martes, 11 de junio de 2013

¿Cómo me convertí en Gerente?

¿Cómo me convertí en Gerente?


¿Cómo comenzó? ¿En qué preciso momento dejé escapar mis sueños y mis ideales? ¿Adonde fueron a parar todas aquellas profundas lecciones de vida sobre ser uno mismo que obtuve de mis discos de punk rock y mi pipa de agua? ¿Cuándo me convertí en una presa indefensa del mercado laboral? ¿¿Cómo me convertí en Gerente?? 

Introducción

Agosto de 2012                                                      Big Craps ensamblados: 0                     

Una galaxia de trastos sucios
Cuando uno está desempleado los días comienzan idénticos: nos levantamos cerca de las 12 del mediodía, como para activar, nos indignamos frente a aquella galaxia de trastos sucios que ignoramos de manera negligente los últimos tres días y vimos crecer y crecer como un tumor maligno que devora la cocina. Tomamos un desayuno nutritivo y estamos listos para trabajar. Esto significa por supuesto…  buscar trabajo.
Es importante mantenerse enfocado ¡Los ojos en la meta!
 Estando desempleado resulta muy fácil dispersarse, perder la concentración. Las redes sociales y la inagotable cantidad de bazofia publicada a cada instante no son aliados del deber. Un síntoma común del desempleado es la pérdida de la noción del tiempo: cuando todo lo uno tiene que hacer es sentarse en frente a la PC a enviar CV´s a cuanto call center negrero existe, el tiempo resulta irrelevante, los minutos vuelan, las horas pasan y los días se extinguen; idénticos. Uno tiene la leve sospecha de que es martes aunque no apostaría, existe la posibilidad de que sea un miércoles, lo mismo da, sólo lo voy a saber con seguridad cuando encienda la tele.

Riiiing… Riiiing …
 Esto es música para los oídos del desempleado. El teléfono sonando inmediatamente dispara en la mente del sujeto imágenes de una elegante secretaria de muslos firmes y voz suave que intenta comunicarse desde una oficina minimalista en Puerto Madero, el motivo es obvio, conocer al candidato y acordar una entrevista. Este sonido nos entusiasma, nos conmueve. Aunque la enorme mayoría de las veces se trata de llamados decepcionantes, como el mensaje pre grabado y proselitista de algún vecino en carrera por la intendencia municipal o el siempre caluroso saludo de un tía abuela a quien siempre es obligatorio atender con suma ternura y paciencia porque ya llegará el día en que seamos nosotros los vetustos sacos de huesos que abusen del teléfono en los momentos menos oportunos. Sin embargo los milagros ocurren y cuando el teléfono hizo “riiiing … riiiing…” aquella fría tarde de Agosto jamás imaginé que habría de significar el comienzo de mi ascenso meteórico en la industria de las hamburguesas:


-         Hola…
-         Hola, buenas tardes ¿Hablo con Alejandro Campo?
-         Si, ¿quién habla?
-         Mi nombre es “Secretariade Muslosfirmes” y me comunico de parte de Crap Burguer para comunicarte que fuiste seleccionado para participar del “Assesment Day” a realizarse el Sábado 20 de Agosto a las 9 am en el Hotel Luxurious.
-         Ah, ok… ¿Y qué es un Asesmendei?
-         Es una jornada de entrevistas para elegir a los próximos Gerentes de Crap Burguer.
-         ¿¿Gerente??
-         Si. Gerentes de local. Llamamos en respuesta al aviso al que aplicaste ¿Confirmás tu asistencia entonces?
-         Ehm… Si. Ahí estaré!


 




I

 
Assessment Day


Pero cuidado, si te esfuerzas mucho pueden llegar a darte el puto puesto.”                                         Mark Renton – Trainspotting  


Es de vital importancia ir preparado a una entrevista laboral, la primera impresión siempre es clave. ¿Quién es mi empleador? ¿Cuáles son las características del puesto al que aspiro? ¿Qué esperan de mí? Son interrogantes que un candidato responsable y motivado debe saber responder. Dado que yo era muchas cosas excepto un candidato responsable y motivado decidí abandonar toda preparación y entregarme a un viernes de lujuria y desenfreno hasta altas horas de la madrugada en Club V, antro metropolitano, cueva de demonios y entusiastas del metal. Sin embargo allí estaba la mañana siguiente, en la majestuosa recepción del Hotel Luxurious, vestido para la ocasión: zapatos lustrados, camisa inmaculada, cuello planchado y un elegante saco Yves Saint Laurent negro corporate de botones plateados (el del centro abrochado, como la gente bien). La viva imagen del profesionalismo. Algo tímido me acerqué a un “botones” y le pregunté: –¿Sabés donde es el “asesmendei” de Crap Burguer? El botones dijo que creía que abajo, en el salón de eventos. Atravesé un pasillo, bajé una escalera alfombrada y dí con un verdadero oasis. La antesala del salón de eventos, donde habría de celebrarse el “asesmendei”, ofrecía una finísima selección de masitas con frambuesa y dulce de leche, brownies, hojaldres, jugos de fruta y agua, suficiente agua para apaciguar la sed de un candidato cuyo aliento aún apestaba a Gin Tonic. Alrededor mío deambulaban un poco sin sentido el resto de los candidatos. Serían unos cincuenta aplicantes más, todos uniformados a lo corporate, nadie se salía del libreto (la única y genuina clave del éxito en la fauna empresarial es jamás salirse del libreto) Sobre el borde de la mesa, a la altura de los alfajores de maizena, pude ver a uno de ellos. El tipo se deslizaba de a pasos cortos a lo largo de la mesa y hacía paradas breves para abastecerse de masitas, lo llamativo es que nunca miraba la mesa, siempre parecía mirar a un reloj de pared que no existía. Como buen yonqui de las harinas, lo seguí. Pocos minutos después me sentía hidratado y listo. 

Una organizadora pidió amablemente a los candidatos que ingresáramos al salón de eventos y tomásemos asiento en cualquiera de las mesas redondas decoradas con manteles de seda rojo carmesí.  


Yuppie

Súbitamente un yuppie que parecía gozar de sus exitosos treintas hizo su aparición. Micrófono en mano nos dio la bienvenida a todos. El yuppie comenzó por introducirse, nos dijo que formaba parte de la familia Crap Burguer desde hacía 10 años, que había empezado a los 18 siendo un empleado o crew –como se dice en la jerga Crap-, que había logrado ascender a Gerente del local y que gracias a la infinita generosidad de la compañía y sus posibilidades de crecimiento en el presente se desempeñaba como Gerente de Recursos Humanos para toda la División “SHIT” (por las siglas: Southern Hemisphere Insatiable Tyranosaurus). Yuppie, quien además de ser una estrella refulgente en el firmamento del junk food también sabe romper el hielo, hizo algunos comentarios jocosos sobre el partido de Boca, e inmediatamente pasó a lo importante:

- La Compañía se encuentra en plena expansión, este año abrimos locales en Tortuguitas, Nordelta, Caballito, Flores, Floresta, Shopping “Pot”, Haedo y tenemos planes de abrir más locales en Almagro, Chacarita, Villa Martelli y Rawson…- 

Yuppie sacó un laser del bolsillo, señaló un gráfico de barras y nos explicó que frente a semejante éxito la compañía habría de requerir mucho talento en los años próximos. Por ese motivo estábamos allí. Uno de nosotros sería elegido Gerente de Local, se calzaría la camisa rayada con su inconfundible logo bordado, la corbatita azul; y alcanzaría ese destino de gloria.  



El Rayo

Uno de los secuaces de Crap Burguer se sentó en nuestra mesa. Se trataba de Eugenio, un colorado delgado, con un timbre de voz agudo y un par de ojos saltones asustadizos. Eugenio nos dio la bienvenida a los cuatro candidatos que ocupaban la mesa y a mi, y nos comentó que era gerente de un local en Avellaneda desde hacía cinco años. No parecía muy cómodo en su rol de anfitrión: tartamudeaba, empezaba oraciones y las dejaba por la mitad. Hacía lo posible por parecer interesado, pero asentía como un androide y le importaba un carajo hacia donde iba la charla. Después de la introducción Eugenio nos propuso un juego, lanzó unas tarjetas de cartón encima de la mesa y dijo: -Cadddda una de estas tarjetas es una immma... una immma... una immágen, tenemos un rayo, una planta, unas tijeras y asssssí; ustetetedes tienen que elegir la que los represente mejor y después cada uno va a contar por qué la eligió.- La clave era elegir rápido, nadie quería tener que explicar por qué un felino decorativo chino con la palma en alto lo representaba. Yo elegí el rayo, -Por la fuerza- dije. Eugenio parecía satisfecho. Mi compañero de al lado, un muchacho algo amanerado de piernas cruzadas y mirada tramposa mostró su imagen, un cubo Rubik (clásico): Hola, me llamo Ezequiel y elegí el cubo éste porque soy paciente y ordenado, aseguró. La siguiente en la ronda era una muchacha de unos treinta y tantos cuyos pechos siliconados algo irregulares parecían dotarla de plena seguridad y confianza. Se presentó: Hola a todos, yo soy Jacqueline y quiero ser la próxima Gerente de Crap Burguer. Elegí esta foto (Jacqueline señala un cerebro humano en pleno proceso de sinapsis neuronal) porque una vez vi una película que decía que para conseguir cualquier cosa en la vida sólo había que pensar mucho en eso y la ley de la atracción iba a hacer que se cumpla, “El Secreto” creo que se llamaba.- Eugenio la miró perplejo por unos segundos y tartamudeó algo ininteligible. 


Fin del Assesment Day.


II

Oh Jay

Septiembre 2012                                           Big Craps ensamblados: 0

No tuve noticias de Crap Burguer por algunas semanas. Tampoco me había hecho de muchas expectativas, a decir verdad casi me había olvidado de todo el asunto y el Assesment Day se había tornado en un recuerdo descolorido, como esos sueños que se van despedazando a medida que empieza el día hasta que solo dejan una sensación de vaga familiaridad. La vida proseguía con relativa normalidad. Disfrutaba levantarme al mediodía, aunque rápidamente acudía a un ritual frenético de limpieza y orden, más preocupado por expiar las culpas que por sacarle lustre a los muebles. Cada vez que empezaba el día me lanzaba con diligencia a refregar los restos grumosos y espesos de fernet con coca que se pegoteaban en el fondo de los vasos, gatillaba el spray limpia vidrios con ansiedad y disfrutaba ver llover el químico cristalino sobre la mesa de madera repleta de tucas y cenizas. Estos hábitos insignificantes me devolvían a un mundo de civilización y auto control. Mi rutina alimentaria todavía consistía en remover latas de arbejas y garbanzos del fondo de la alacena en busca de algo inspirador para acompañar el arroz. Había algo compulsivo y sintomático en todo eso. Después de comer simplemente encendía un cigarrillo y daba algunas vueltas por el living de mi departamento. La vida sin un trabajo seguía siendo amenazadora y hostil, aunque por momentos tenía sus encantos.

Casi un mes después del Assessment Day volví a escuchar el monofónico y esperanzador chirrido telefónico: Riiiing...

-¿¿Hola??
-Hola Alejandro. Soy Secretariade Muslosfirmes. Me comunico para informarte que superaste el Assessment Day y quedaste pre-seleccionado para el puesto de Gerente. La instancia siguiente es el O.J.E.
-Aham, Ousheii, perfecto… ¿Y qué tengo que hacer?
-El Objective Job Evaluation es una instancia objetiva de evaluación laboral. Vas a participar de un día de trabajo en uno de nuestros locales. La Compañía quiere ver cómo trabajás y evaluar tus destrezas gerenciales. Te esperamos el Sábado 7 a las 10hs en Alem y Lavalle.


La puntualidad es un valor determinante para cualquier candidato. Es fundamental adelantarnos a situaciones que puedan demorarnos o incluso impedirnos llegar al destino, como inundaciones que sumerjan la ciudad y a todos sus habitantes, abuelos que realizan un abrazo simbólico al Congreso en reclamo del 82% móvil o incluso una horda de fanáticos de una telenovela de Pol-ka que súbitamente deciden cortar la Avenida Corrientes y exigir entradas gratuitas para ver el último capítulo de la serie junto a los famosos. De cualquier forma, allí estaba, frente a al local, preguntándome si habrían de vestirme con aquel abyecto y vil uniforme azul de jean y cómo volvería a verme en el espejo después de eso.

Oportunidades

Una vez adentro pude ver a Yuppie, quien me dio la bienvenida con un sólido apretón de manos y una sonrisa de dientes inmaculados. Junto a Yuppie había alguien más. Este tipo era la fotocopia de Wayne Knight, mejor conocido como el gordo Newman de la serie Seinfeld. Newman me invitó a sentarme junto a él y a otros dos candidatos. A mi alrededor se desplegaba el estereotípico restorán que todos conocemos: un pasillo húmedo con marcas de pisadas y un cartel de “Cuidado: piso mojado”, una sucesión de mesas cuadradas idénticas ancladas al piso, algunas de ellas sostenían bandejas repletas de restos de comida, servilletas y condimentos sin usar; media docena de tachos de basura que parecían buzones de correo ubicados cada seis mesas; un mostrador ancho; cinco cajas y sus respectivas pantallas touch, cada una de ellas operada velozmente por empleados uniformados de jean. Tuve la sensación de encontrarme frente a la cabina de mando de una excentrica nave intergaláctica que habría de despegar y trasladarme hacia el estúpido Planeta de las Hamburguesas, habitado por siniestros payasos y demás criaturas mutantes. Una cruel parodia de la Guerra de las Galaxias. Todo, absolutamente todo, estaba teñido de amarillo y rojo como si un tsunami colosal de mayonesa y ketchup hubiera arrasado el lugar.

- Hoy vamos a evaluar sus destrezas gerenciales –dijo Newman- Queremos que observen el funcionamiento del local y que detecten oportunidades (La maquinaria propagandística de Crap Burguer creyó conveniente remplazar la palabrita problema por oportunidad. Cuando el capitalismo feroz y la filosofía oriental se cruzan pasan estas cosas). Por ejemplo, si ven una mesa con miguitas, si entran al baño y huele mal, si encuentran un vidrio marcado con dedos o el piso está sucio queremos que se lo indiquen a uno de los crew. Identifiquen barreras en el servicio. Usen los cinco sentidos–. 

Todo lo que tuve que hacer fue encontrar una mancha de mayonesa, buscar a un pobre desgraciado vestido de jean, pedirle gentilmente que busque un trapo y asegurarme de que la limpie. Podría haberle evitado la molestia al crew, tomar el trapo y fregar la mayonesa yo mismo, pero entonces habría omitido la facultad más importante y elemental de un gerente: d e l e g a r. No podía darme ese lujo. 


 La siguiente evaluación parecía más desafiante. Newman quería que los candidatos participáramos en la producción, o sea, ibamos a embalar patys. Esto significaría cruzar el simbólico límite que traza un mostrador y estar adentro. La cocina era el corazón del restorán y bombeaba ridiculas cantidades de productos como Bigcraps, Cuartos de kilo, Doble cuartos de kilo y CrapWraps con salsa de mango. El parrillero lanzaba en zig zag ocho patys congelados encima de una plancha de acero, presionaba un botón verde y la placa superior descendía automáticamente para rostizar a esos cabrones. A un costado ví otros dos empleados posicionados delante de una especie de linea de montaje. Uno de ellos miraba una pantalla azul que estaba encima de él, tomaba panes de una cesta, los depositaba en una tostadora vertical, elegía el embalaje correspondiente, retiraba los panes y los depositaba dentro. El otro recibía el embalaje y los panes, hundía su mano derecha en la cebolla, su mano izquierda en la lechuga; tomaba unas pinzas, extraía dos patys de un horno y los apilonaba desprolijamente entre los panes. Todo esto sucedía a una velocidad supersónica.


Big Crap (o Crappy, para entendidos...)

Es curioso participar en la fabricación de un producto tan emblemático como un Big Crap, tan líder. El mundo entero sabe de qué hablamos cuando hablamos de “comida rápida”: ni más ni menos que comida-rápida, la expresión no da lugar a ambigüedades,  no hay tiempo para ambigüedades, no hay tiempo para incertidumbres, duda o vacilación. Los clientes simplemente acuden a su restorán, piden un Big Crap, realizan el pago y lo devoran apaciblemente. Sin embargo, existe una condición tácita en todo esto: la comida rápida NO PUEDE DEMORAR. ¿Pero cómo sucede el milagro? ¿Cómo se puede abastecer a una demanda desorbitante en una fracción tan mínima de tiempo? ¿Cómo se puede producir tanta grasa saturada tan rápido? Newman parecía conocer la respuesta pero no entró en detalles, sólo nos indicó al resto de los candidatos y a mí que usáramos el delantal de cocina, nos posicionáramos al lado de uno de los empleados y nos pusiéramos a condimentar. Lo haríamos por turnos, yo fui el primero.


El empleado se llamaba Jorge y usaba sus manos frenéticamente como quien quiere darle fuerza a sus argumentos; miraba la pantalla, tostaba los panes, elegía el embalaje, depositaba los panes y los pasaba al condimentador; una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Mientras tanto me contaba que vivía en Gonzalez Catán con su abuela y sus tres hermanos, viajaba dos horas en el 86 para llegar al laburo y otras dos para volver (aunque a veces el bondi se ortivaba y no pasaba); que pensaba volver al colegio algún día pero no sabía bien cuando y que tenía las bolas infladas de laburar en Crap pero necesitaba el trabajo. Jorge, quien aparentemente era un entrenador y por eso llevaba una gorra bordada que decía “entrenador”, me explicó que un BigCrap lleva salsa especial, cebolla deshidratada, lechuga, pepinos y queso; ¡pero cuidado! Existe una fórmula, una receta:
   
- Primero le mandás la salsa Crappy en la corona y el club. Esta es la salsa Crappy. (Jorge me señala una especie de lanzamisiles de acero inoxidable cargado con un tubo cilíndrico de Salsa Crappy) Vos gatillá, gatillá y te sale la salsa. Después le ponés la cebollita, siempre con las dos manos para hacer más rápido. Después la lechuga, (siempre con las dos manos), así, tuki; agarrás un queso, le ponés dos pepinos y se lo mandás al ensamblador.


Newman estaba orgulloso
Después de ver unas doscientas sesenta y seis veces como Jorge alzaba la cabeza, miraba la pantalla, tostaba los panes, elegía el embalaje, depositaba los panes y los pasaba al condimentador, decidí aventurarme y participar. El plan era simple: Jorge me pasaba los panes tostados dentro del embalaje, yo tenía que recibirlos, condimentarlos y pasarlos al ensamblador. Newman me estaba observando, no podía fallar. Preparados, listos, ¡YA! Jorge me pasó un embalaje con panes, se trataba de un Cuarto de Kilo. ¿Qué carajo llevaba esto?, pensé. No había tiempo para pensar, un cliente famélico esperaba. Tuve que actuar: mostaza, kétchup, cebolla y queso. No chacal. –Dijo Jorge – El Cuarto lleva dos fetas de queso y la cebolla es de la otra, de la fresca. Mierda, pensé. Jorge tomó el embalaje, retiró el pan, quitó la cebolla deshidratada, agregó cebolla fresca, otra feta de queso y lo pasó al ensamblador; éste agregó las carnes, cerró el embalaje y voilá, el Cuarto de Kilo partió hacia el servicio. Gol. La pantalla azul marino encima de Jorge titiló fugazmente y se dividió en cuatro cuadrantes grises. El primero indicaba: hamb c/q; el siguiente: CrapWrap; el otro: Doble Cuarto de Kilo; el último: Pollo Crap. Jorge cargaba la tostadora con panes de todo tipo, algunos más anchos, otros más altos, algunos con sésamo y otros con pedacitos de panceta. La tostadora vertical concentraba sus 520 grados fahrenheit y  los escupía perfectamente dorados 17 segundos después. Mi determinación todavía era acero macizo. Que vengan esos embalajes, pensé. Apliqué Mostaza, Ketchup y cebolla deshidratada con suma pericia. Chacaaaal este no lleva mostaza – dijo Jorge –, es especial. Jorge me sacó la corona embadurnada en mostaza de las manos, fijó sus ojos en un tacho de basura a dos metros de él, tiró y encestó como una estrella afroamericana y multimillonaria de la NBA. En ese preciso instante tuve la certeza absoluta de estar estorbando. Comencé a sudar como un cerdo. Inmediatamente después recibí un Tasty Crap, apliqué 3 dispensadas de mostaza con mi mano derecha y otra larga dispensada de ketchup con mi mano izquierda. Son cinco de mostaza jefe. No tres, dijo Jorge. Vi con extremo pavor como se acumulaban una docena de panes perfectamente dorados en la tostadora y cómo la pantalla dejó de ser azul y pasó a ser roja. Sudé muchísimo más, agregué cebolla morada, lechuga, dos quesos y lo envié al ensamblador.

Giré mi cabeza hacia la derecha y vi una imagen perturbadora: los otrora pacíficos ojos vacunos del gordo Newman parecían inyectados en sangre y me miraban fijamente, su papada inflamada y sus mofletes enrojecidos se balanceaban flácidamente junto al resto de su diminuta cabeza. Su sonrisa era diabólica, la sonrisa de un chico que no conoce la diferencia entre el bien y el mal y disfruta cercenando hormigas con un palo. El gordo sufría convulsiones y espasmos involuntarios. Parecía haber entrado en una especie de trance o de frenesí orgiástico muy posiblemente producido por nuestro heróico espéctaculo de labor productiva. Newman estaba orgulloso.



  




III 

Octubre 2012                                               Big Craps ensamblados: 62


Al cabo de tres semanas sin novedades de ningún tipo tomé la decisión más sensata que pude tomar: resignarme y entregarme por completo a la botella. Estaba convencido de que Newman me había bajado el pulgar y esto significaba desprenderme de todas las aspiraciones gerenciales que Yuppie había inoculado en mi humilde conciencia de pibe de barrio, como una de esas elegantes heladeras Whirlpool dobles con hielera en la puerta, un par zapatos náuticos de cuero marca Boating, mi propia estatua de oro sólido y por qué no… unas prolongadas vacaciones en el emblemático hotel dubaití, Burj Al Arab junto al amor de mi vida, Muslosfirmes. Todo esto se desvanecía. Literalmente sentí como maléficas fuerzas desconocidas me arrastraban hacia el cruel abismo de la insolvencia. Me preguntaba si aún existiría una mínima oportunidad en este miserable mundo para tipos como yo y comenzaba a pensar si debía tomar el puesto que me había ofrecido aquel call center de dudosísimo prestigio, el cual ofertaba productos absolutamente imposibles de vender al mercado hispano en los EEUU, como pomadas sanativas en base a baba de caracol y biblias en formato mp3 con forma de cruz. Estoy hablando de las ligas menores de la industria del call center... 

Una sala pobremente iluminada en un edificio lúgubre de Chacarita reunía a cuatro almas desamparadas: Xavier era un semiólogo español exiliado que dictaba clases ad-honorem en la UBA y aseguraba que en España las cosas están bien encabronadas; Johana, una chica costarricense cuya trayectoria laboral como mesera en su país la había empujado a buscar nuevos horizontes; Lucas era un pibe que disfrutaba mucho fumar hierba y usaba un collar, el cual le habría sido obsequiado por una amigable tribu de jíbaros reduce-cabezas del Amazonas; y yo… bueno, ustedes ya me conocen. Todos escuchábamos atentamente sentados cómo Hector, el supervisor, nos explicaba lo conveniente del sistema de comisiones escalonadas que Outsourcing Solutions S.A. ofrecía a sus telemarketers:

OUTSOURCING SOLUTIONS S.A.
VENTAS MENSUALES DE POMADA A BASE DE BABA DE CARACOL
COMISIÓN EN PESOS
5
$ 500
10
$ 1.000
20
$ 1.500
30
$ 2.000
40
$ 2.500
50
$ 3.000
60
$ 3.500
70
$ 4.000
80
$ 4.500
90
$ 5.000
     CURVA DEL ÉXITO
100
$ 6.000
110
$ 7.000
120
$ 8.000
130
$ 9.000
140
$ 10.000


- En Outsourcing Solutions S.A. estamos orgullosos de presentarles nuestro nuevo sistema de comisiones escalonadas y estimulos al vendedor basado en el mundialmente famoso best seller "Como hacerse ridículamente rico a costa de sus trabajadores" de Louis W. Jameson, mejor conocido como el gurú de Boston. Porque en Outsourcing Solutions S.A. creemos que lo justo es justo retribuimos a nuestros vendedores en todos y cada uno de los estamentos... Así es señores, en Outsourcing Solutions S.A. EL CIELO ES EL LIMITE.

A mi izquierda Lucas se rascaba la cabeza, Johana parecía entretenida jugando Candy Crush en su celular y Xavier escuchaba de brazos cruzados y sostenía un gesto como de ... "qué es toda esta gilipoyes, tío, de haberme quedado en Madrid...". Yo por mi parte trataba de imaginar en qué clase de bestia manipuladora debería convertirme para vender cantidades tan descomunales de baba de caracol. No. Esto no iba a funcionar.

Finalmente...

- Hola
- Hola Alejandro, soy Muslosfirmes  
- MUSLOSFIRMES, qué sorpresa... Hace un tiempo que vos y yo no…
- Si, te pido disculpas por el retraso. El equipo de Recursos Humanos fue muy detallista y los plazos se demoraron.
- No te preocupes, estas cosas pasan. Contame de vos ¿Tus cosas?
- La Compañía ya tomó una decisión...
- Claro, la Compañía, sí. Quiero reunirme con vos para discutir cómo mi liderazgo y mi vocación por el cliente pueden impactar en los resultados de Crap Burguer. ¿Qué tal mañana en el Killkenny a las 23? Te paso a buscar.
- La Compañía decidió avanzar. La firma de Contrato es el 5 de Noviembre a las 15 hs en las oficinas de Crap Burguer. Te esperamos.
- Mulosfirmes… ¿Te puedo preguntar algo?
- Si, claro.
- ¿Tuviste alguna vez un sueño muy vívido y real en el cual todo parece extrañamente familiar pero a la vez todo es distinto; y tuviste sensaciones contradictorias como miedo y ganas de reir; y aún así no estabas del todo segura de estar despierta o dormida?
- … Ehh, no sé. Pienso que sí.
- Bueno, al parecer existe una regla, una ley: dentro de un sueño resulta imposible apagar la luz. No se puede. La clave es acercarte a una puerta, buscar la tecla, y tratar de apagar la luz. Si la luz se apaga significa que estás despierta; si la luz se mantiene encendida, seguramente se trate de un sueño. Lo vi en una película muy simbólica, muy conceptual... "Despertando a la Vida" creo que se llamaba. Qué flashero ¿No?
- …
- …
- Nos vemos en la firma.






Firma de contrato

El día finalmente había llegado. Pensaba demostrarle al mundo, y especialmente a Muslosfirmes, por qué había atravesado todos los desafíos y superado todas las pruebas, por qué era tan especial; por qué era el elegido. Mi futuro parecía decidido, habría de triunfar, abatir, conquistar y vencer donde otros habían sido vencidos; habría de embalar hamburguesas, trapear pisos, destapar inodoros, regalar cantidades grotescas de mayonesa, llenar planillas de productividad hora por hora y todo lo que fuera necesario hasta alcanzar la cima. Sería inútil negar mi destino. Yo sería el GERENTE.


Llegué a las oficinas de Crap Burguer pocos minutos antes de las 15. A la entrada, el guardia dentro de la cabina de vigilancia solicitó mi nombre completo, edad, número de documento, número de teléfono de mi domicilio, número de teléfono móvil, motivo de la visita; sacó una foto de mi retina, escaneó mi pulgar derecho y me dejó pasar. Probablemente habría sido más sencillo evadir a un oficial de migraciones del J. F. Kennedy hablando kurdo y flameando una bandera estadounidense en llamas. Esperé sentado en la recepción durante algunos minutos. Junto a mí se encontraban los otros Fast Track; ellos igual que yo, habían sido elegidos de entre miles por su liderazgo nato, milagrosa capacidad analítica, prodigiosa destreza comunicacional, carisma fenomenal, visión de águila, invisibilidad, capacidad de atravesar paredes y tantísimos otros superpoderes. Uno de los secuaces nos hizo pasar a la sala contigua. Allí nos esperaban los peces más gordos del estanque: Newman y Yuppie estaban ahí junto a otros tres tipos random de camisa color pastel, pantalón blanco y zapatos náuticos quienes muy posiblemente hayan sido mis antecesores; gerentes ejemplares que durante toda una vida de sacrificio por la empresa delegaron la limpieza de inodoros tapados a muchachos con ligeros retrasos mentales (pero netamente funcionales) hasta cumplir el sueño de la casa en Nordelta y el Mercedes Benz.  Muslosfirmes también estaba ahí, nunca nos habíamos visto antes pero había sujetado su cabello en sueños demasiadas veces como para no reconocerla; en una ocasión soñé que la rescataba de las viles garras de Newman, quien por algún extraño motivo encarnaba al Rey Enrique VIII, y juntos escapabamos heroicamente de un castillo medieval a galope veloz encima de un unicornio fiel y muy elocuente. Pero esta historia no se trata de indagar en el profundo sinsentido de mis sueños, sino de cómo me convertí en gerente así que prosigamos. Muslosfirmes parecía distraída en unos papeles y fingía no verme pero era inútil ignorar la tensión sexual que producíamos en ese lugar; ambos eramos prisioneros del éxtasis y la fuga indiscriminada de serotonina. Uno de estos tipos lucía una calva tan prolijamente lustrada que refractaba la luz del ambiente y enceguecía a quien lo mirase fijo y sin pestañear por algunos segundos. El tipo era Lex Luthor, coordinador de entrenamiento. Lex nos dio la bienvenida y nos invitó a tomar asiento. Luego de contarnos la maravillosa historia de su vida y cómo alcanzó la cima del monte Paty nos explicó a mí y al resto de los Fast Track como sería la cosa. Según Lex todos los Fast Track tendríamos que atravesar un entrenamiento de 9 meses en diferentes locales de la compañía con el objetivo de conocer el Sistema Crap Burguer a la perfección. Durante este entrenamiento habríamos de realizar todas y cada una de las tareas que se llevan a cabo en un local, aprenderíamos el negocio y al final del noveno mes cada uno de nosotros sería bendecido con su propio restorán. 


Lex Luthor articulaba palabras precisas que formaban oraciones extensas en un tono convincente; elevaba la voz o hacía un silencio breve cada vez que buscaba destacar un concepto y movía los brazos hacia arriba si quería señalar algo muy muy importante en la diapositiva; todos alrededor lo escuchaban atentamente, asentían de vez en cuando moviendo un poco la cabeza y sostenían una expresión del tipo: “cuando se va a callar este tipo”. Yo por mi parte quería parecer motivado e intentaba escuchar todo lo que decía sobre el aumento sin precedentes del market share a partir de la implementación de no se qué cosa relacionada al bagel con lomito y huevo; sin embargo algo me lo impedía. Me sentía incomodo y vulnerable. Algo no estaba bien. Lentamente comencé a percibir como se aproximaba una energía oscura y perversa. Las luces se apagaron por un instante y volvieron a encenderse como si un temblor hubiera sacudido la tierra. La temperatura descendió con violencia y la sala fue súbitamente invadida por la inmunda pestilencia de un cadáver en estado avanzado de descomposición. Oí un gruñido feroz inmediatamente seguido de un estruendo ensordecedor, como si una especie de bestia infernal de proporciones descomunales hubiese sido liberada y estuviese embistiendo el edificio con una fuerza brutal; noté como una de las paredes había comenzado a agrietarse. La fisura rápidamente comenzó a crecer. Creí estar alucinando al ver como un espeso líquido de color rojo que parecía ser sangre comenzó a brotar de la fisura tiñendo toda la pared. Miré alrededor con desesperación y ojos aterrorizados en busca de alguien que pudiera darme una explicación. Sin embargo todos seguían escuchando a Lex con absoluta atención, indiferentes al torrente de sangre tibia que inundaba la sala y manchaba sus zapatos. Parecían sometidos por algún tipo de hipnosis o hechizo diabólico que les impedía percatarse de la verdadera malignidad que habitaba la sala. Me encontré dominado por el terror y las nauseas y estaba a punto escapar cuando la puerta de la sala se abrió. Démosle la bienvenida a Estefanía –dijo Lex.





IV
Irma Grese tuvo muchos apodos en Auschwitz. Algunos la llamaban “la bella bestia”; otros le decían “el ángel de la muerte”, tambén se la conoció como “la perra de Belsen”. Su ferocidad,  su sadismo y su fanatismo por el Führer solo eran comparables con la magnitud de su belleza. Irma, de rasgos juveniles, cabellos dorados y dientes como perlas, llegó a ser la segunda mujer de más alto rango en el campo de Auschwitz a cargo de treinta mil mujeres judías prisioneras. Testimonios de sobrevivientes aseguran que Irma se acercaba a las filas de prisioneras, seleccionaba con el dedo índice a quienes habían sido hermosas antes de ser sometidas al hambre y la tortura; y las fustigaba con un látigo trenzado, sonriendo con crueldad al verlas contorsionarse de dolor. También tenía fama de lanzar perros hambrientos encima de sus víctimas y regocijarse de placer al ver como éstos las devoraban. Irma Grese y Josef Mengele se conocieron en el año 1943. Dice la leyenda que Mengele estaba esperando la llegada de un tren repleto de prisioneras del cual seleccionaría a las más aptas para su experimentación cuando vió a Irma por primera vez. El médico, quien algunos años antes se había doctorado en medicina con una tesis basada en el estudio de las mandíbulas en diferentes tribus, confesó haber sido profundamente conmovido frente a la perfecta simetría en el diámetro craneal de Irma. Joseph siempre aseguraba que no existía en todo el Reich mayor evidencia al momento de sostener la supremacía racial aria que la excepcional belleza de la joven guardiacarcel de Wrechen. Irma, cuya ambición desenfrenada no conocía límites, jamás dudó en usar sus armas de seducción en aquel prestigioso y perfumado oficial. Sus apasionados encuentros sexuales sucedían con frecuencia encima de una camilla dentro del sombrío barracón-laboratorio donde el satánico doctor llevaba a cabo sus brutales experimentos. Joseph había descubierto el enorme placer morboso que Irma sentía al verse poseída en aquella habitación repleta de material quirúrgico sanguinolento. Ella enloquecía de lujuria cada vez que él le enseñaba la repugnante colección de ojos extirpados expuestos en la vitrina. También se lanzaba encima suyo cada vez que hablaba  del inmenso valor científico de sus experimentos con gemelos y la posibilidad de crear siameses artificiales unidos por sus venas. Ambos estaban muy enamorados.





Muy buenos días a todos. Para quienes no me conocen, soy Estefanía Grese, tengo 35 años, vivo en Martinez, tengo tres gatitos y soy hincha de River… No dejaba de preguntarme por qué todos estos lacayos de la hamburguesa siempre andaban confesando cual es el club de sus amores ¿Por qué carajo habría de importarme si Estefanía es hincha de River o si decide abrigar a su gato durante el invierno con una bufanda blaugrana con la cara de Messi tejida en lana? ¿Acaso era se trataba de una táctica de persuasión corporativa orientada a distender al auditorio? ¿Buscaban convencernos de que podíamos ser buenos compinches y hacer polémica futbolera en tanto quedase bien claro que formábamos parte de una empresa seria que reivindica el trabajo fordista?

…Trabajo en Crap Burguer hace 17 años. Primero fui crew en el local de La Lucila, en sólo 5 años pude ascender a Gerente de Area, 5 años después obtuve el puesto de asistente del Gerente y otros 5 años después fui nombrada Gerente del local. Hoy por hoy me desempeño como Supervisora Fast Track y voy a estar a cargo de su entrenamiento…

Era una mujer rubia y lánguida, con ojeras pronunciadas y una mirada severa. Llevaba una sonrisa vacía, inverosímil, una expresión forzada que parecía haber dominado con el paso de los años, la cual utilizaba cada vez que cruzaba miradas con alguno de los tipos importantes en la sala. Vestía un uniforme inmaculado y prolijamente planchado, como si los últimos 17 años de estricta dedicación al grasiento negocio sencillamente no hubiesen existido. Parecía la clase de persona sumisa y trabajadora de quien uno espera la más absoluta previsibilidad hasta que cierto día, casi como de la nada, decide descargar ráfagas de plomo entre sus compañeros con su ametralladora AK-47.

Estefanía se pavoneaba frente a todos mientras nos contaba cómo había logrado ganar los premios Guy Crap en dos oportunidades. Los premios Guy Crap fueron creados in memoriam del fundador de Crap Burguer, nada menos que Guy Crap, el visionario que descubrió el suculento negocio detrás de la fórmula: hamburguesa + papitas + gaseosa. Los premios eran entregados a los gerentes que formaban parte del Top 1% de la Compañía en una especie de gala corporativa celebrada en un estadio a lo Madison Square Garden pero en la ciudad de Chicago. Además del viaje a Chicago, la compañía honraba a sus gerentes con 3 noches de hotel y 2500 dólares limpios en cash. Mientras Estefanía farfullaba sobre todo esto y nos sometía al mas absoluto sopor yo llegaba a la conclusión de que ella era una de esas personas que siempre salen igual en todas las fotos. Entonces pude imaginar a Estefanía sosteniendo la misma sonrisa patética e impostora en una multiplicidad de situaciones distintas. Durante toda mi vida aprendí media docena de lecciones importantes y una de esas lecciones es "jamás te fíes de quien sale igual en todas las fotos". Me preguntaba qué pensaría una mujer que había sacrificado su juventud atrapada en una fábrica de hamburguesas sobre los flamantes gerentes Fast Track y su ascenso inmediato en la Compañía. 

El siguiente en hablar fue un secuaz de RRHH, quien sin dar demasiadas vueltas repartió un ejemplar del contrato a cada uno de los Fast Track. Inmediatamente entendí su propósito: ahorrarnos el infinito hastío de leer medio centenar de aburridoras cláusulas, que de todas formas no necesitábamos conocer, ya que jamás remplazarían la absoluta confianza y buena voluntad sellada entre las partes por un caluroso apretón de manos. El secuaz indicaba el número de hoja y señalaba con precisión el rincón exacto donde poner el gancho. 


- Vamos a la Página 6. Debajo del título: "Excenciones de Crap Burguer S.A. en casos de accidentes laborales". Completamos con firma, DNI y aclaración sobre el margen inferior derecho.... Ejem... Pagina 17: "Horario laboral, horas extras indiscriminadas y supresión de feriados". Ponemos fecha de hoy en el margen superior izquierdo, DNI y aclaración por duplicado abajo de todo. Pagina 25...-


En menos de 10 minutos habíamos terminado. Todo este asunto cada vez se ponía mejor.



IV
Primer Día


Dicen que no hay segunda oportunidad para una buena primera impresión, yo lo tenía bien claro aquella mañana de Noviembre. Mientras caminaba las cuatro cuadras que separan mi casa del restaurante recordé mi primer día de escuela secundaria. Los síntomas eran idénticos: contracción diafragmática, ansiedad y un sabor metálico en la boca. Llegué al local a la hora del desayuno. Lo primero que vi fue a dos o tres empleados atrás del mostrador. Iban y venían en sus uniformes azules como una apacible comunidad de pitufos trabajadores. Me detuve a observarlos por un rato mientras servían café aguado y medialunas en bandejas. Los clientes las recibían con gestos macizos de mala onda matutina. Nadie parecía estar esperándome. Justo cuando comenzaba a sentirme un mobiliario inútil apareció Jimena. Ella, como yo, había sido seleccionada por Crap Burguer y aquel era su primer día en la empresa. Jime hablaba hasta por los codos. Me contó que era de Tucumán pero que había llegado a Buenos Aires decidida a hacer un posgrado en Marketing, me comentó que su papá era cirujano plástico especialista en implantes de siliconas y también dijo que extrañaba mucho su Yerba Buena natal. La "Tucu", como habríamos de apodarla poco después, irradiaba esa característica gracia inocente del interior. Ese día le pregunté si tal cosa realmente existía, o si por el contrario eramos nosotros, porteños culiadazos, los que arrastrábamos un aura de peste urbana y plastico grasiento. No supo bien qué responder. También le pregunté si estaba entusiasmada con la idea de trabajar en una fábrica de hamburguesas, la Tucu abrió bien los ojos, emanó un gesto de frescura de primavera y respondió que "si", que estaba "re emocionada". 

De pronto apareció otra vez, la misma brisa nauseabunda que nos invadió el día de la firma: azufre. Estefanía estaba en el local y venía hacia nosotros. Tuve que contener el vómito. Esta vez no llevaba su sonrisa impostora sino un gesto duro y solemne, como si fuese a uno de esos entierros militares yanquis con trompetas y banderas. Cuando estuvo a pocos pasos no supe si darle un beso o estrecharle la mano. La Tucu se adelantó y dijo "buen día" por los dos, secretamente se lo agradecí. Estefanía nos invitó a sentarnos junto a ella en una de las mesas. Tenía planeada una charla de introducción durante el desayuno. Estaba seguro de que iba a sacar a relucir algunos gráficos de torta y planillas Excel, pero en vez de eso salió con una aburridísima perorata sobre el sacrificio de ser los número uno:

Ustedes tienen que entender el enorme orgullo y responsabilidad que significa ser parte de Crap Burguer. Las otras marcas no dejan de imitarnos y robarnos las ideas, son parásitos, pero eso no puede hacernos dudar de nuestra determinacion. No podemos dar un sólo paso atrás. La única forma de destruir a la competencia es la constante optimización de nuestro servicio.

"Destruir" es una palabra fea, pensé. Se me ocurrió interrumpirla para preguntarle si podriamos acceder a algún tipo de descuento en pasteleria y CrapCafe. Los gerentes pueden disponer de cualquiera de nuestros productos, dijo. De existir un paraíso para adictos a los carbohidratos, sus gloriosas puertas acababan de abrirse frente a mí. No quise abusar de la generosidad de la casa el primer día, así que sólo pedí un tostado, dos medialunas, un jugo de naranja y un café en jarrito de la vitrina del Crap Café. Estefanía seguía vociferando su discursito sobre los "valores" de la Compañía. Cada vez que quería destacar algo importante, elevaba los brazos al cielo y volvía a bajarlos como martillos. En sus gestos había algo espeluznante y familiar. La tucumana sostenía su sonrisa inocentona y no dejaba de mirarla, parecía poseída. Yo, por mi parte, engullía una medialuna y saboreaba de manera triunfal mi nueva vida de gerente. 

Por la tarde apareció Germán, un pibe de unos diecinueve años, gerente y entrenador. Usaba camisa y corbata como yo, aunque la suya contaba con algunas manchas de ketchup que indicaban cierta trayectoria. Germán trabajaba en Crap desde hacía cuatro años. Por lo general atravesaba los grasientos pasillos de la cocina con aires de diva y un enorme orgullo en la mirada, daba directivas muy precisas a sus empleados sobre como plegar correctamente la tortilla del CrapWrap y chismoseaba con algunas de las chicas sobre las conquistas sexuales del galán parrillero, Enzo. Sin embargo Germán siempre quiso cantar. De chiquito se pegaba a la tele y esperaba ansioso a que empezara su programa de búsqueda de talentos. Lanzaba unas carcajadas demenciales cuando alguien desafinaba, lloraba desconsolado con las canciones emotivas y soñaba con la chance de cantar y bailar "Stronger", el hit de Britney Spears, frente a un jurado conmovido y a millones de televidentes estupefactos alrededor del país. Tal vez algún día... Estefanía le dio ordenes muy precisas de llevarnos con él al Crew Room y enseñarnos todo sobre los "Cuatro Tipos de Clientes Posibles". 

- Ok chicos, les voy a presentar a los cuatro tipos de clientes de CrapBurger, presten mucha atención porque esto se lo van a tomar en el curso de entrenadores de mañana- dijo Germán. La idea de rendir un exámen tan pronto me revolvía un poco las tripas. Contaba con una bienvenida algo más distendida a decir verdad... Germán abrió una carpeta colorida titulada: "Nuestros Clientes", pasó algunas hojas y se detuvo en el capitulo: "El Perfeccionista". Este cliente estaba representado por el dibujo de una mujer orgullosa, de cejas arqueadas y labios delgados que llevaba una cartera al hombro y un celular en la mano. Su lenguaje corporal aullaba: "DAME MI MIERDA, NO TENGO TIEMPO". El dibujo me hizo pensar en aquellas viejas y elementales imágenes prediseñadas de Word 95 que todos usamos para adornar algún trabajo práctico del secundario (o sencillamente ocupar algo del espacio en blanco).

-El Cliente Perfeccionista sabe muy bien qué es lo que quiere. Es el que te pide el BigCrap sin pepino pero con mostaza, la Coca Light sin hielo, dos sobres de edulcorante para el café y conoce los cinco Pokemones que vienen de promoción en la cajita del nene. Tengan mucho cuidado con este cliente, no tiene mucha paciencia y es un potencial Cliente Colérico-.
-¿Cliente Colérico?- pregunté.
-Colérico no, Perfeccionista. Quiere tener el control y por eso necesitamos hacer escucha activa y tener mucha empatía con él, para ofrecerle un buen servicio.- Inmediatamente pensé en todos los control freaks que tuve la desgracia de conocer en mi vida.

-El siguiente es el Cliente Indeciso, no sabe bien qué es lo que quiere y tarda mucho en elegir. Este cliente es peligroso porque demora el servicio. Recuerden que tenemos un objetivo de tiempo de servicio y hay que cumplirlo.



Al cabo de media hora volvió Estafanía. Caminaba hacia nosotros pero solo me miraba a mí. Sus ojos completamente abiertos y sus cejas arqueadas rubias guardaban una expresión escalofriante y gélida que sólo podía imaginar propia de un miembro extraviado de la Familia Manson. En ese punto me di cuenta de que no podía dejar de mirarle las tetas, no porque me gustaran particularmente sus tetas, sino porque me parecían abyectas y deformes. Una de ellas colgaba muy por debajo de la otra y ambas estaban muy separadas entre sí. El salto de estas tetas era desconcertante e irregular, la izquierda se balanceaba pesadamente hacia los costados como un perezoso péndulo mamario, la otra hacía saltos más rígidos hacia arriba y hacia abajo. El solo ver esas tetas aproximarse produjo un efecto en mi difícil de explicar, ciertamente alucinatorio y perturbador. Sentí como mi frágil percepción del tiempo y el espacio era destruída en pedazos, succionada y arrebatada de mí por una aspiradora. Hacia mis adentros pude visualizar a
Estefanía en su adolescencia, recostada sobre su cama y vestida con el uniforme a cuadros verdes de su colegio católico recalcitrante. Sus trenzas rubias resplandecían como la luz del mediodía. En sus manos sostenía una carta escrita a mano alzada. El sobre que yacía a su lado llevaba un sello postal extranjero y había sido desgarrado con una violencia inusitada. Estefanía lagrimeaba mientras leía la carta que se sacudía entre sus manos temblorosas. El remitente de la carta era Franz. 


La historia de Estafanía y Franz

Estafanía y Franz se conocieron por accidente en un chat y casi sin darse cuenta consolidaron un romance imposible. Franz era un sombrío e introvertido bibliotecario austriaco muchos años mayor que ella. El principal hobby en su vida era el aeromodelismo y ocupaba la mayor parte de su tiempo libre decorando su habitación con aviones militares para armar. Ella le confesaba el profundo odio que sentía por sus compañeros del colegio, quienes la habían apodado "Estefi la mal cogida" y la hostigaban lanzándole pelotazos envenenados durante los partidos de quemado. Sus compañeros también habían esparcido el rumor de que Estefanía (inspirada en la película "El Exorcista") se provocaba placer a sí misma con una antigua cruz de madera que colgaba en la pared de su habitación. Incluso se decía que Estefanía cometía el rito sacrílego en busca de un trance místico que le proporcionaba dosis de extremo placer. Él, por su parte, la seducía con penosos poemas sobre la predestinación del amor y la resignación. En algún punto de su relación decidieron abandonar el chat y recuperar el viejo y romántico habito de escribir encima del papel. 

Franz no era precisamente un gigolo. Una vida dedicada al estudio de filósofos epicúreos y una relación edípica con su madre no lo volvieron el tipo más popular entre las chicas. Estaba relativamente conforme con su carrera profesional pero era más que evidente que necesitaba coger. Este deseo tan fuerte lo llevaba a reproducir simulacros de encuentros con mujeres en frente del espejo. Franz se calzaba una camisa púrpura brillante, alzaba la mirada y repetía lineas clásicas de películas de James Bond: "Nada me daría más placer Moneypenny pero temo que tengo una reunion de negocios...". Lamentablemente nunca se daba de la misma manera en la vida real, cada vez que una cliente medianamente sensual se acercaba a su mostrador para hacerle una consulta, Franz se rascaba fuerte la nariz, emitía un carraspeo nervioso y miraba fijamente el suelo sin saber bien qué decir. La ansiedad por encontrar algo verdaderamente íntimo y sagrado en común a partir de un dialogo superficial, como la ubicación de un libro de Harry Potter entre los estantes, paralizaba por completo al pobre Franz. Pero cuando se trataba de Estefanía las cosas eran muy distintas. La enorme distancia que los separaba lo llenaba  de confianza y le aseguraba el completo control de la situación. En sus cartas Franz podía ser todo aquello que no era en su vida. A menudo le escribía cosas profundas sobre la pérdida del sentido del hombre en estos tiempos y cómo combatir el nihilismo a través del arte. Si con sus cartas lograba acariciar el alma de Estefanía, quien sabe, tal vez algún día le dejase tocarle el culo. 

Una vez que Estefanía estuvo a escasos centímetros de nosotros articuló sus músculos faciales de forma mecánica y dijo:

-Germán, faltan 7 minutos para el mediodía y necesito a los ingresantes cumpliendo servicio durante el almuerzo. Imagino que terminaron con los 4 tipos de Clientes.- Germán abrió la boca sin emitir sonido alguno y su rostro se transformó en un dramático gesto de liebre acorralada. 

-Estamos cerrando la idea Estefi-, me adelanté para mostrar iniciativa. Sus ojos se volvieron hacia a mí y me penetraron como filosas dagas en llamas. El "crew room" era invadido por los alaridos histriónicos de una cachonda Florencia Peña, quien interpretaba a una ama de casa bien argenta desde una pantalla plana colgada a unos pocos metros de nosotros. Lucas y Flor, empleados del área de cocina, engullían sus Big Craps y percibían de manera natural el modelo familiar disfuncional y decadente propuesto en la ficción. Un tipo de bigote flojo repartía billetes resignado desde su sillón. El silencio fugaz que sucedió a mi comentario resultó tan devastador que forzó las miradas de todos los presentes y nos obligó a ponernos de pie y caminar nerviosamente hacia el mostrador. Todavía no lograba familiarizarme del todo con aquel lugar pero las tetas de Estefanía marcaban mi camino. Me sentí algo confundido al subir una escalera de muchos escalones. Poco después crucé el lavadero, una mujer de mediana edad enjuagaba bandejas con un rociador y las apilaba a un costado formando una torre altísima.  La mujer llevaba la mirada extraviada en la nada y parecía haber sido sometida a una lobotomía cerebral pocas horas antes. Otro empleado hacía uso de un aparato metálico que parecía algo filoso para cortar tomates en rodajas perfectas. Caminé un poco más hasta llegar a la cocina, parecía un escenario de posguerra. Enzo, el parrillero galán, hundía su espátula grasienta en el freezer, tomaba ocho redondeles cadavéricos de color rosado y los depositaba rapidamente en la parrilla izquierda formando dos columnas completamente simétricas. Al mismo tiempo retiraba sus contrapartes cocidas y doradas de la parrilla derecha y las lanzaba con destreza encima de la bandeja. La bandeja iba a parar a su respectivo "slot", dentro del horno. El ensamblador, estático y permanente como la explotación del hombre por el hombre, tomaba la hamburguesa cocida del slot y la apachurraba entre dos panes embarrados en salsa. Por último la envolvía en su envoltorio de papel y la lanzaba con furia hacia el área de Servicio. Todavía me sorprendía muchísimo ver cómo hacían aquello a semejante velocidad. En mi camino hacia el mostrador escuché el feroz bramido de masas hambrientas. Estefanía se detuvo al lado de la freidora de papas y me dijo: 

-Esperamos la visita del "Client Satisfaction Officer". Ningún pedido puede demorar más de tres minutos. Quiero que ensambles.

Un salvaje ejercito de orcos diabólicos, poseídos por el incontrolable deseo de hacerse de un Big Crap, embestía contra el mostrador. Sin saber bien qué hacer me ubiqué en la linea de producción. La pantalla encima mío titilaba en rojo furioso: TRIPLE CRAP. Me detuve un instante a pensar en mi hermosa y estúpida vida, y en las decisiones que me habían depositado en aquella situación. Luego, me enfoqué en la cesta, tomé el par de panes más blancos y esponjosos que encontré y los dejé caer sobre la tostadora vertical. VAMOS, VAMOS, MAS RÁPIDO- gritaba Estefanía desde un rincón estratégico que le permitía ver todo lo que pasaba en la cocina y el mostrador. El sonido que invadía ese lugar era desquiciante. Los parlantes disparaban un pop latino frenético que envolvía el lugar e invitaba a todos a bailar, un grupo de colegialas histriónicas discutían algo a los gritos sobre Bruno Mars y una madre que parecía algo trastornada intentaba explicarle a su hija de unos 8 años que ya no quedaban más muñecos de Pikachu, y que tenía que elegir entre los poco populares Jigglypuff y Odish. Todos miraban con nerviosa ansiedad hacia los cajeros, que tomaban pedidos a gran velocidad: "¿Quiere agrandar la bebida y las papás por diecisiete pesos más?, ¿Quiere agregar un helado de dulce de Cayote y trocitos de alfajor Capitan del Espacio por sólo veinticinco pesos más?". Las monedas rebotaban en el fondo de las cajas, su sonido metálico se fundía y parecía desaparecer entre las alarmas que aullaban furiosas desde la cocina. La más común era la alarma del horno. Sonaba cada diez minutos para hacernos saber que nuestra deliciosa Crap hamburguesa de origen desconocido terminaba de ser calcinada bajo 550 grados Fahrenheit y convertirda en un estéril fragmento de roca volcanica. Este fenómeno de achicharramiento violaba sin lugar a dudas los "estandares de calidad" de Crap Burger. En estos casos había que retirar las hamburguesas carbonizadas y sencillamente tirarlas en el tacho rojo. También habían otras alarmas: la freidora hacía sonar la suya cada dos minutos y dieciseis segundos, indicando que las papas estaban doradas y listas, la parrilla sonaba cada vez que era necesario dar vuelta las carnes y de nuevo cuando había que retirarlas. La alarma de los huevos era una fiel compañera, sonaba luego de dos minutos y treinta segundos para hacernos saber que el huevo estaba cocido y libre de Salmonella, una bacteria capaz de producir una diarrea mortífera. 


BIG CRAP S/ PEPINO, CRAPWRAP C/ BACON, 4 CRAP HAMBURGUESAS CON QUESO. 



Finalmente lo había entendido, mi tarea consistía en mirar la pantalla, condimentar los panes y no prestar atención al instinto primordial que me impulsaba a mearme encima y correr por encima de las mesas suplicando auxilio. Comencé a sentir algunos síntomas extraños, mis manos parecían haberse independizado por completo y funcionaban en automático lanzándose como halcones sobre los panes y los condimentos. Cada vez que miraba la pantalla convencido de haber terminado con todos los pedidos aparecían muchísimos más. Poco después tomé conciencia del calor sobrehumano que manaba de aquellas parrillas. Las planchas se abrían y cerraban sin parar como las fauces infernales de una fiera voraz. Esta bestia engullía 8 carnes rojas, les aplicaba sus 218º centígrados y las escupía cocidas 40 segundos después. Cada vez que se abría liberaba una espesa nube de vapor ardiente que invadía la cocina. Las gotas de sudor brotaban de mi cuero cabelludo, corrían por mi frente y caían encima de mis párpados haciéndome arder los ojos. Mi cuerpo era como un tren a vapor, una fuente de calor imposible de detener. Entonces entendí que las Crap hamburguesas no eran lo único que se cocinaba en ese lugar, al parecer yo también. Tenía el pelo completamente mojado y la camisa empapada, parecía un pobre tipo que se había perdido en el desierto. Aún así no podía parar, mis manos se lanzaban solas encima de los panes y los condimentos como si una fuerza desconocida hubiese tomado el control. -Chivate algo Jefeee-, se burlaba Gonza, el ensamblador. Los demás rieron. Parecían muy divertidos con mi triste espectáculo de derretimiento. Empecé a secarme la cara con servilletas y a embocarlas en el tacho echas un boyo mojado. Los empleados de la cocina no hacían mucho para disimular su risa.  Siempre tuve un talento muy especial para la humillación pública. Si existiera una competencia que premiase la falta de amor propio de seguro habría roto un record. "Deberían darme el puto Guiness", pensé, pero todo lo que quería era un vaso de Fanta. Al cabo de un rato dejaron de prestarme atención. Algo más tarde Estefanía reapareció. En cuestión de segundos se ubicó frente al mostrador, inclinó la cabeza para ver la pantalla de pedidos, hizo un recorrido visual a través del lobby y comenzó a aullar: "VAMOS, VAMOS, VAMOS. MAS RAPIDO!!!". Sus habilidades de liderazgo no dejaban de fascinarme, nunca desaprovechaba una oportunidad para motivar. ¡Era una incesante máquina de gerenciar! Mientras tanto los apoyos corrían entre la torre de bebidas y la estación de papás, esquivando a los cajeros, saltando por encima de los charcos de aceite y regalando cantidades incalculables de mayonesa. Ellos eran los encargados de ubicar los productos en las bandejas de acuerdo a lo ilustrado en el capítulo: "Armado de bandejas" del Manual de Procedimientos. O sea: las papas sobre la izquierda, la Crap hamburguesa sobre la derecha y la gaseosa en el centro. Si bien la alteración de este orden podría parecer una boludez exorbitante, Estefanía no pensaba lo mismo. Según ella se trataba de una falta grave que dañaba la solidez del Sistema de Procedimientos que había hecho de Crap Burguer la niña bonita del mercado de grasas saturadas y de ninguna manera podía pasar inadvertida. Cada vez que alguno de los apoyos profanaba el procedimiento era separado después del turno y sometido a un examen sorpresa del tipo "multiple choice" que incluía preguntas como:

- ¿A que altura se debe colocar el salero para salar las papas?
- El Big Crap lleva 1/2 onza de lechuga en la base y 1/2 onza en la    corona. ¿Verdadero o falso?
- ¿Que cantidad de rodajas de tomate debemos colocar en un Sandwich?

La tarea de los apoyos era realmente sacrificada pero cada vez que alguien perdía sus fuerzas y dejaba de correr inmediatamente recibía el aliento cariñoso y casi maternal de Estefanía: -MAS RAPIDO, MAS RAPIDO, VAMOS!!!-. El apoyo en seguida recuperaba el entusiasmo. Estas eran las demostraciones de humanidad y afecto que hacían de Crap Burger una gran familia. 







El Manual de Procedimientos de Crap Burger nos enseña que la tarea más importante de un Gerente es la "Supervisión", pero... ¿A qué nos referimos cuando hablamos de supervisar? Según la Real Academia Española se trata de: "Ejercer la inspección superior en trabajos realizados por otros". Este concepto implica necesariamente que no todos los trabajadores estarían cumpliendo sus funciones al pie de la letra. ¿Qué factores impiden a un trabajador cumplir una sencilla consigna como aplicar solución sanitizante sobre el cochino graffitti de mierda que decora el espejo del baño? ¿Acaso se trata de falta de motivación? ¿Es posible que un salario mínimo sumado a generosos vouchers de descuentos en Crap Flurry no fuesen suficientes para incitar a un empleado a sumergirse y bucear felizmente en la infecciosa laguna de grasa, ketchup y embalajes sucios que se acumulan en el deposito de basura al final del día? Si quería llegar a la cima de aquella notable institución de hamburguesas iba a necesitar respuestas para aquellas preguntas.

Eran las cuatro de la tarde. El almuerzo había terminado. Los clientes estuvieron muy educados: pagaron, masticaron y se fueron. Se me ocurrió que ya estarían de vuelta en sus oficinas o escuelas, eructando victoriosamente y haciendo una feliz digestión de nuestros productos. Me invadieron poderosas ganas de fumar. Me pareció curioso, no había pensando en fumar en todo el día; tal vez fuese posible remplazar aquel viejo vicio por una buena dosis de estrés. El estrés nunca mató a nadie, pensé; a lo sumo podía sumarme algunos puntitos de colesterol en sangre pero estaba claro que no podía ser gerente de Crap Burguer y a la vez gozar de la salud cardiovascular de Cristiano Ronaldo. En la vida hay que tomar decisiones profundas y yo había tomado la mía. Estaba bastante convencido de que merecía un descanso o "break" (como lo llamaban ahí), el tipo de Recursos Humanos no había sido muy claro al respecto. Pensé en preguntarle a la Tucu, ella parecía una persona bastante atenta, seguramente habría prestado más atención que yo. La busqué con la mirada hasta que la ví frente a una de las cajas. Estaba sosteniendo una tira infinita de papel para tickets. La impresora ronroneaba como un gatito mientras escupía todas las transacciones realizadas desde la madrugada hasta ese momento. La Tucu hacía lo imposible para no ser sepultada por semejante éxito comercial: lo enredaba entre sus brazos y alrededor del cuello, lo apoyaba encima del mostrador pero volvía a caerse al piso. Parecía ocupada, preferí no molestarla.

Dí un par de vueltas ansiosas alrededor del lobby, una señora de semblante agriado engullía su Big Crap mientras me miraba con los ojos bien abiertos. Llevaba en su mirada un gesto a mitad de camino entre el temor y la fascinación; y comprimía sus maxilares lentamente como una antigua pero fiable maquinaria industrial. Mantuve mis ojos perdidos en los suyos tratando de parecer servicial y un poco antipático a la vez. Seguía obsesionado con fumar. Hubiese dado cualquier cosa por fumar. La idea de escabullirme sin previo aviso parecía arriesgada, pero por otro lado pensaba: ¿qué sentido tiene ser el jefe si tengo que pedir permiso para fumar un tabaco? Me decidí y caminé en dirección a la entrada cuando de golpe escuché a Germán gritarme algo desde el piso superior:

-¿Adonde vas?- preguntó con gesto desconfiado mientras se apoyaba en el pasamanos.
-Ehm...- Señalé tímidamente hacia la puerta de entrada.
-Estefanía quiere que hagas una recorrida.


 Las "recorridas" consistían en atravesar todas las áreas del restaurante a paso firme y en el menor tiempo posible. El objetivo, según Estefanía, era hacer uso de nuestros cinco sentidos para detectar "oportunidades" en el servicio y de esta forma optimizar la "experiencia" del cliente; pero principalmente se trataba de vigilar que ninguno de los empleados anduviese vagabundeando por ahí o robándose algo. Empecé a caminar a través del lobby. Pude percibir como mis sentidos se agudizaban a cada paso. Ramiro, uno de los crew, enjuagaba un lampazo en un balde repleto de agua de color marrón y lo desparramaba a través  del piso del lobby. Mientras caminaba pisaba su mugre y dejaba sus propias huellas.  Pensé en un texto que había leído unas horas antes, algo sobre "motivación de grupos". El texto señalaba la importancia de reconocer las virtudes del empleado para fomentar un ambiente feliz y productivo. Me pregunté si sería apropiado felicitar a Ramiro con una palmadita en la espalda y sugerirle que se deshaga de aquella cubeta corrompida por enfermedades infecto-contagiosas. Seguí caminando hasta llegar a la escalera. Sobre uno de los escalones pude ver un cartel en forma de caballete amarillo que advertía: "CUIDADO, PISO MOJADO". No representaba una verdadera amenaza a decir verdad. El primer piso del restaurante no ofrecía muchas sorpresas, se trataba esencialmente de una continuación del lobby con sus mesas cuadradas ancladas al suelo y esos tachos de basura que parecían buzones de correo. Lo primero que pude notar fue el contraste etario, el primer piso era invadido principalmente por colegialas de polleras tableadas y jugadores de cartas Magic adolescentes, uno de ellos con severos problemas de acné. El estado general era algo calamitoso, las mesas desocupadas estaban repletas de bandejas sucias y envoltorios grasientos, los tachos saturados escupían restos de basura que caían y se amontonaban en el suelo, el contenedor de pajitas había sido vaciado y abandonado a su suerte en el recoveco más lejano del comedor. 

Hacia el fondo del salón, a la altura de los baños, pude ver a la empleada a cargo de la limpieza del primer piso. Se trataba de una chica de estatura media, llevaba un pelo castaño enrollado debajo de su gorra y unos ojos grandes color avellana; llevaba brackets sobre la hilera inferior de su dentadura, por momentos se disimulaban detras de unos labios gruesos. Parecia una adolescente pero llevaba en la mirada una curiosa combinacion de apatia y desconfianza que sugeria algo mas de edad. El comedor habia sido arrasado por una estampida de bisontes ebrios de ira pero a ella no parecía importarle mucho, simplemente apoyaba sus glúteos regordetes contra la pared y masajeaba la pantalla de su teléfono con ambos pulgares. En ese momento se abrió la puerta del baño de damas y apareció una mujer ancha como una piñata, llevaba el pelo teñido de un rojo escarlata y una de esas remeras con frases provocativas, decía algo como: "I´m a virgin (but this is an old shirt)". La mujer pasó por delante de la empleada y con un gesto agrio le dijo: el baño es un asco y no hay papel. La empleada levantó sus ojos color avellana por un segundo y le respondió algo sobre ir a lavarse el culo a su casa. La mujer de remera provocativa se puso pálida y abandonó la escena a los gritos: ¡hijos de puta! ¡No vuelvo nunca más! ¡sinverguenzas!. La empleada volvió los ojos a su pantalla y recuperó su estado de abstracción. Finalmente había llegado el momento ejercer algo de sana disciplina.  Me acerque a ella dando algunos pasos firmes y tratando de hacerme notar mientras tironeaba dentro de mi cabeza con algunas lecciones sobre "Feedback" que habia leido un rato antes. 

El Feedback o Retroalimentación es un concepto muy preciado en el mundillo corporativo y funciona a distintos niveles: por un lado tenemos el "Feedback positivo", ideal para elevar la moral de un empleado que termina de arrebatarle una sonrisa al cliente. Algo a tener en cuenta es que la felicitación siempre debe de hacerse en publico, esto refuerza la confianza del empleado y establece un ejemplo frente al resto. La contraparte de esto vendría a ser el "Feedback negativo", una herramienta efectiva a la hora de sembrar terror en la psiquis de un empleado cuya performance dista de ser la esperada por la empresa. Este tipo de feedback debe estar dirigido a comportamientos esperables dentro del marco laboral y nunca a facetas personales del sujeto. Se trata de corregir comportamientos sin herir susceptibilidades, en teoría, claro esta... 

La empleada continuaba con los ojos pegados a la pantalla de su teléfono, como sumergida en un trance profundo. ¿Como andas? me llamo Alejandro... -no hubo respuesta- Es mi primer día ¿Como te llamas? El silencio duró unos cuatro o cinco segundos que parecieron eternos. Maria, dijo finalmente, sin despegar los ojos de la pantalla. Un gusto María, como te contaba, estoy haciendo el entrenamiento de gerente asi que me vas a ver por acá un tiempo, nunca pensé que iba a terminar en Crap Burguer haciendo conos jaja... A María no le causó mucha gracia. Mientras hacia lo imposible por rescatar algún tipo de comunicación con aquella entidad autista asomé la cabeza por encima de su teléfono. María presionaba frenéticamente una pequeña palanca y las burbujas de colores salían disparadas y se acomodaban unas al lado de otras, era una variación del clásico Puzzle BubbleQuería pedirte que me des una mano con el lobby que está bastante sucio, hace falta cambiar las bolsas de los tachos y limpiar las mesas, el contenedor de pajitas esta vacío. ¿Que tal los baños? María mantuvo el suspenso por unos segundos mas, no tenia del todo claro si se trataba de extrema timidez o había decidido negar mi presencia por completo. ¿me estás escuchando?, insistí. María resopló con fuerza, guardó su teléfono y me clavó los ojos por primera vez: El cuarto de limpieza está cerrado con llave ¿De donde querés que saque las bolsas, el sanitizante y las pajitas? ¿las invento?, dijo finalmente. Había algo en ella que me producía una calentura descomunal, no era solamente su actitud de pendeja malcriada, había un rechazo mutuo inexplicable e irracional que podía percibirse en el aire. Me dejé llevar por una visión: me lanzaba encima de ella como una fiera y la sostenía desde atrás con mi brazo izquierdo, tomaba mi corbata con mi mano derecha y la deslizaba alrededor de su cuello con todas mis fuerzas. Ella forcejeaba y trataba de gritar pero solo emitía un ronquido seco. Sus mejillas rosadas se volvían azules, sus ojos de color avellana se inyectaban de sangre y su insulsa mueca de apatía se desfiguraba por completo para convertirse en absoluto pavor. Voy a conseguirte esa llave, le dije.  

1 comentario:

  1. Muy interesante de principio a fin. ¿Cuándo vas a terminar el relato?
    Saludos

    ResponderEliminar